jueves, 13 de septiembre de 2012

Del Amor o de como la bioquímica se convierte en misticismo


Se suele confundir la pregunta ¿Qué es el amor? con esta otra ¿cómo te sientes cuando te enamoras? que no son lo mismo. Con este tema derivamos nuevamente a la diferencia entre la perspectiva etic y emic tan usada en antropología para distinguir entre la descripción del ritual vista por el observador externo y la de quien es partícipe de ese mismo ritual. Evidentemente, quien se dedica a escribir  poesías y escuchar música de rollo y precalentamiento junto a su pareja u objeto deseado no logrará desde su perspectiva contestar a la primera pregunta. Y, lo siento, para explicar el amor hay que recurrir a hormonas (la oxitocina, en este caso) y a las áreas del cerebro que lo regulan. No estoy hablando de sexo, pues la excitación va por otras glándulas más ligadas al apetito y a la satisfacción del placer y que tienen más connotaciones digestivas, por tanto. 

Incluso la estructura misma de los celos ha sido modelada por la selección natural. Los celos del hombre se centran en la infidelidad carnal de la mujer, que haya tenido sexo con otro hombre, mientras que los de la mujer, en la infidelidad emocional de su compañero. Ello se debe a que el éxito biológico del macho reside en garantizar que se perpetúen sus genes antes que los de un competidor, y en la hembra, a encontrar un núcleo estable de convivencia con el macho que le asegure la procreación y crianza de los hijos.
  
El amor como sentimiento se puede describir con muchas palabras cursis o leyendo muchas poesías, novelas rosas o viendo muchos culebrones o escuchando tonadillas y boleros, pero el proceso en sí mismo sólo es explicable en términos científicos, por muy fríos y duros que nos parezcan

 Parece que hemos derivado el tema del amor de lo científico a lo religioso, como un dilema entre creer o no creer. En el amor no se cree, más bien se experimenta y eso es algo que nos toca a todos como humanos que somos. El mismo dicho "el amor es ciego" ya es bastante expresivo de lo que estamos hablando: de una emoción muy intensa que anula o inhibe la parte racional del cerebro. En efecto, tenemos dos cerebros, dos hemisferios, y dos puertos paralelos, el analítico, racional, matemático, y el pasional, donde se alojan las emociones y los sentimientos, la simpatía, la empatía, el amor, el odio ... ¿Significa que seamos una cosa u otra? No, por supuesto, somos las dos, una síntesis de ambas.

Pero cuando se aborda un tema de este tipo caben tambien las dos opciones, los dos enfoques, el poético-místico e irracional y el científico, desapasionado, analítico y racional. Prefiero centrarme en esta perspectiva, más que nada por la naturaleza de la regunta y situarme, en la medida de mis posibilidades y evitando las interferencias del otro lado, como espectador frío y desapasionado, o bien, provisto de una única pasión, la del conocimiento de la realidad que siempre es fascinante por definición. El caso es que el tema se ha estudiado con distintos medios y lo que queda fuera de toda discusión es que el amor no reside en el corazón que, a fin de cuentas sólo es una válvula que bombea la sangre sino en el cerebro, y que el romance se desarrolla en la parte derecha del cerebro y el atractivo en la izquierda.

Dos zonas del el cerebro son centrales en el enamoramiento: el área derecha tegmental ventral o VTA y el cuerpo caudal dorsal, de modo que, como dice Helen Fisher, el colocón del enamorado lo producen las sustancias que fabrica su cerebro: el alto nivel de norepinefrina, que produce euforia y pérdida del apetito; el bajo nivel de serotonina tiene que ver con la obsesión de estar con el amado.

En cuanto al objeto amado o deseado puede variar según los casos e intervenir el efecto sustitución derivándolo de lo humano a lo divino. Los éxtasis místicos de Santa Teresa expresan una síntesis muy curiosa entre el apetito libidinoso reprimido y la pasión hacia los entes místicos. La represión activa los mecanismos de sublimación y, con estos, el éxtasis. 

Otra cuestión,sería el tema del odio, es la proximidad de ambos sentimientos que es tal que precisamente la misma área del cerebro que regula el amor es la que se encarga de regular el odio. En fin, que direis que amar es no tener que decir lo siento y cosas de esas por el estilo como los poemas de Pablo Neruda e incluso en mi pasión por la música encuentro  esas mismas áreas cerebrales y acción de neurotransmisores, pero al escuchar a Mozart no pienso en esas cosas, sólo percibo su música y con eso es suficiente.

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