jueves, 29 de diciembre de 2011

El papel del indivíduo en la Historia



Es muy conocida por repetida la cita de Nietzsche: El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo [1].  Se observa toda una filosofía y una idea previa acerca de la relación indivíduo-sociedad escorado hacia la preeminencia o preexistencia del indivíduo al entorno en el que se produce y reproduce. No existe antinomia alguna entre el indivíduo y la tribu. 

Todos y cada uno de los individuos de una comunidad son depositarios de un mismo acervo social, de un código de símbolos linguísticos, de unas ideas transmitidas, de una cultura, habilidades, etc.

Más aún, el indivíduo como oposición al grupo es, igualmente, una construcción social, un elemento más del imaginario colectivo.

Realmente la idea está muy extendida  Tampoco es novedosa. Ya en el siglo XVIII las robinsonadas ocupaban un lugar destacado en los tratados de economía, política y filosofía. El hallazgo fundamental de la Ilustración fué el indivíduo como paradigma y punto de partida, el Emile de Rousseau, le bon sauvage de Voltaire, el cazador y pescador solitario de Ricardo, hasta el punto que bajo el pensamiento del filósofo ginebrino el mal procede de la sociedad como tal siendo el contrato social la opción por el mal menor.

El paradigma del individualismo burgués sería la imagen de Robinson Crusoe, pero el caso es que Robinson no parte desde cero, pues es depositario de un nivel de desarrollo social y de unos conocimientos y técnica sociales que, incluso, se encuentra a Viernes y lo convierte en su esclavo, como un holograma de la Inglaterra colonial...
 
Un individuo que nace en el seno de una formación social determinada nunca parte de cero, pues en el lapso de tiempo que conforma su aprendizaje (o su integración en la estructura) se convierte en depositario de las fuerzas de la sociedad. En este sentido, Marx  criticando las robinsonadas del Siglo XVIII afirmaba que



 La producción por parte de un individuo aislado, fuera de la sociedad - hecho raro que bien puede ocurrir cuando un civilizado, que potencialmente posee ya en sí las fuerzas de la sociedad, se extravía accidentalmente en una comarca salvaje - no es menos absurda que la idea de un desarrollo del lenguaje sin individuos que vivan juntos y hablen entre sí [2]


 En efecto,  Robinson Crusoe no es principio de sociedad alguna. Es simple­mente un inglés ilustrado del siglo XVIII que como tal domina las industrias arquitectónica y textil, la ganadería, la caza, la pesca, la astronomía, el calendario, la escritura, la aritmética y la geometría, y que, en la mente de Daniel Defoe, llega a construir en su Isla Desierta hasta su pequeña Inglaterra que, lógicamente, se apodera de su pequeño imperio colonial (Viernes) en base al principio holo­gramático imperante en la época conforme al cual el individuo es la célula de la sociedad. Por otra parte, el niño selvático, el Mow­gly de Rud­yard Kipling o el Tarzán de Edgar Rice Burroughs, son otras tantas fantasías ilustradas del homb­re natural con claros tufillos colonialistas. Tarzán no sería el rey de los monos, sino, de ser cierto el relato, el último mono.

  Más reales son las historias de náu­fragos que imponen al superviviente un proceso de aculturación o de inversión del salto a la cultura, como es el caso de la tragedia de los Andes en el año 1973, donde la primacía de la supervivencia entraba directamente en contradicción con dilemas de tipo social como lo puede ser el tabú contra el canibalismo.


El debate sobre la pretendida Naturaleza del Hombre es tan antiguo como estéril. Hay adjetivos y atributos sobre la pretendida naturaleza humana para todos los gustos. El egoísmo se alterna con el altruismo, la crueldad y  la beligerancia con la compasión...En realidad, más que una naturaleza humana lo que hay es una naturaleza de las teorías sobre la naturaleza humana. Lo más fascinante es que dichas teorías cambian según la época. A lo largo del presente siglo las tesis, optimistas o pesimistas, se han ido sucediendo según el momento histórico que les ha tocado vivir.  No es nada extraño que el mono asesino de Robert Ardrey se fraguara tras la Primera Guerra Mundial, y esa misma epopeya dantesca descrita por Raymond Dart “deducida” de unos restos arqueológicos sudafricanos, donde los cráneos rotos, huesos esparcidos, etc., daba a entender la existencia de una banda de caínes australopitécidos que dominaban una técnica de ejercicio de la crueldad y el asesinato fratricida bastante refinada. Esas mismas “pruebas” igualmente podían incriminar también a las fieras que trituran huesos, pero no, el presunto responsable, el culpable, había de ser el antecesor del hombre ¿quién si no?.

Tampoco es de extrañar que una época, fulgurante de optimismo como los años sesenta, se destacara la faceta comunicativa del hombre sobre todas las demás. El mono asesino sería desplazado por el mono hippie que hace el amor y no la guerra, usándose omo paradigma el de la conducta social de los bonobos.

No se puede asegurar que exista una naturaleza humana sin más. Más aun, cualquier posicionamento previo sobre el asunto corre el riesgo de ser simplificador,
lapidario y doctrinario con más forma de sentencia o de proverbio que de conclusión científica o filosófica. Resulta enormemente precipitado establecer definiciones que sitúen en primer lugar el sustantivo genérico ”El Hombre” seguido de la tercera persona singular del presente de indicativo del verbo sustantivo  Ser “Es”, todo lo que se ponga a continuación serán adjetivos y sustantivos (precedidos del artículo indeterminado “un”) para todos los gustos que, al fin y al cabo, tendrán efectos limitadores de una realidad tan compleja como es la realidad humana, serán reductores y dogmatizadores. El hombre no es un animal político ( el de Aristóteles[3]), ni un animal racional, ni bueno (Rousseau) ni malo por naturaleza, ni un lobo para el hombre (Hobbes) ni el portador de valores eternos a que se refería el ideólogo del fascismo de nuestro país ..., es una entidad tan compleja que es imposible de encasillar en una definición de ese tipo. Por eso, la única definición relativamente satisfactoria que he visto ha sido la de Marx es, conforme a la cual

              la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de      las relaciones sociales[4] .


Es una definición imprecisa que encierra una realidad compleja que por definición es indefinible pues no se ciñe a la categorización abstracta y deja las puertas abiertas a lo concreto. Aún así, la definición sigue siendo incompleta en la medida en que circunscribe exclusivamente la humanidad al ámbito de lo social. El conjunto de las relaciones sociales sigue siendo un aspecto definitorio puramente formal en el orden histórico-social que deja de lado los contenidos de esa materia prima biológica que modelan las distintas sociedades pero que no por dicha razón va a tenerse que contemplar como un factor pasivo en la medida en que interviene como soldadura concreta y como punto de inserción de tal conjunto de relaciones sociales. Incluso en el aspecto dinámico la acción de dicho elemento no es nada despreciable.
           
No lo olvidemos, si unos hombres son asesinos lo son porque otros son sus víctimas, entonces, ¿en qué quedamos? El hombre, ¿es asesino o víctima?,¿o ambas cosas a la vez?. De hecho, la historia nos da sobradas muestras de la existencia de las dos variedades, pero eso no sirve para obtener conclusiones. El hombre es pluridimensional. Por eso hemos de dar de lado al hombre abstracto, dejarlo en el baúl de la metafísica, para referirnos a los hombres concretos, que viven en situaciones concretas, se enfrentan a problemas concretos y les dan soluciones concretas. Y aun así el problema sigue siendo complejo, las variables son múltiples, y  la elección de ámbitos históricos espaciales o temporales, económicos, políticos, educativos, demográficos, ecológicos  estaría aún por determinar. Pues las conductas se trocarán según el medio, el lugar, la época, la escasez, la abundancia, la productividad o improductividad, los medios de dominación y control, los resortes ideológicos, los vínculos sexuales y familiares, etc.  No se puede asegurar que todos los factores enunciados determinen la conducta humana como si el hombre fuera un actor que se introduce dentro como en una trama teatral, pues todos estos ingredientes sociales, económicos, políticos y contradictorios son parte integrante de la humanidad, de su realidad, el hombre es todo eso al mismo tiempo, lo que viene a significar que el hombre no es nada en general y es cien mil cosas distintas en particular.

En los años sesenta se pusieron de moda las corrientes antihumanistas que, de la mano del estructuralismo, negaban realidad y sustancia al hombre. Lógicamente, donde solo se ven estructuras era imposible divisar a los hombres que, no obstante, tenían asignado un papel, eran los soportes de esas estructuras y bailaban al capricho del complejo de combinaciones, variaciones y permutaciones estructurales. Negaban el papel del hombre como agente de la historia o, en términos más idealistas, como sujeto de la historia (yo también niego el papel del hombre como sujeto de la historia. 

La historia cuenta con millones de actores y sujetos, unos más que otros, que viven en y bajo condiciones que ellos no han creado, que se plantean fines y metas y que logran resultados muy distintos a los previstos. Todo el arte de la política es el de la transacción, la negociación y el pacto, la confluencia de voluntades diversas genera resultados distintos a los esperados, este asunto tiene su propio epígrafe en este mismo capítulo. Por otro lado, las instituciones y objetivaciones sociales y culturales creadas por los hombres se convierten en auténticos creadores de hombres, en sujetos históricos que desplazan a los sujetos primigenios) . Se había apoderado de estos teóricos toda una visión neoorganicista social disfrazada de causalidad estructural.

Lo que viene a significar que la estructura heterogénea, contradictoria y polimórfica de los distintos grupos humanos hace imposible establecer un mínimo común denominador de la especie humana tanto en sentido espacial como temporal, estructural y orgánico. En cambio, si es posible sentar las bases de una conceptuación del hombre en tanto que animal[5], en tanto que entidad biológica sin más que solo servirá como punto de partida, es decir, en su calidad de simio macrocéfalo bípedo y bimano. Su plasticidad cerebral será la clave del enjambre policultural, poliorgánico .


[1] Friedrich Nietzsche:"Fragmentos póstumos", Editorial Tecnos (Madrid).  volumen III
[2]Karl Marx: Introducción General a la Crítica de la Economía Política (1857) en Contribución a la crítica de la Economía Política, pag. 283. Ed. Siglo XXI, México, 1980

[3]Según algunos autores, el arte de la política es anterior al hombre, así se puede comprobar en el libro de Frans de Waal: La Política de los Chimpancés. Alianza Editorial. Madrid, 1993
[4] Karl Marx: 6º Tesis sobre Feuerbach, en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, pag. 56 ed. Progreso, Moscú, 1980
[5]Los psicólogos y los estudiosos del comportamiento humano han preferido indagar en el estudio del comportamiento previo a la socialización, es decir, del niño y del adolescente sobre los que aún no operan a pleno rendimiento los mecanismos culturales represivos que se pueden manifestar de múltiples formas autoinhibitorias. El comportamiento grupal de los niños no es muy distinto al de otros animales. Los fuertes dominan a los demás y crean grupos a su alrededor. En las aulas escolares siempre hay uno o varios individuos psíquica o morfológicamente disfuncionales (p. Ej. El gordo, el tímido, de otra raza, el feo o el más débil), sobre ellos se lanzarán los sujetos dominantes para convertirlos en objeto de sus burlas, aunque su inclinación natural sería la de destruírlos, al igual que en un gallinero donde todas las gallinas acuden hacia la gallina herida o enferma para picotearla hasta matarla.
 


           

2 comentarios:

  1. El hombre nuevo creado por Él Cristo, es la clave, el cual trastocó las estructuras del orden. Somos piedras brutas q necesitamos pulirnos con el roce, tenemos un modelo a seguir, q se irá transformando a lo largo de la vida.

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